Todo se reduce a una palabra: cambios. Cambios en la dinámica deportiva, tras demasiados empates y derrotas. Cambios en la política de fichajes del equipo, en el que no hay ni un solo jugador puertorrealeño. Cambios en la gestión económica del club, con el estadio eterno, del que hace años se nos vendía como un gran proyecto y que todavía no ha empezado a construirse; con unas deudas desorbitadas a jugadores y entrenadores. Año tras año, denuncia tras denuncia, la estabilidad del club se tambalea y pende de un hilo rumbo al descenso administrativo o la desaparición. Varias temporadas son ya las que empiezan con muy buenas intenciones, peleando por entrar en puestos de ascenso, y a mitad de temporada los jugadores se marchan viendo que no se les paga lo acordado, y el equipo acaba luchando por eludir el descenso.
Demasiados motivos tiene el aficionado de a pie para acabar cansado de tantos despropósitos, y cada temporada hay menos abonados, reflejo de que algo se está haciendo mal, y apenas se superan los 150 aficionados cada partidos. La afición exige cambios.
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